El placer de escribir
sobre moda
Por: Emy Miranda
Foto: En Belgrano con outfit negro y blanco |
E
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n un intento por demostrar mi
gran interés en el periodismo y volver a tomar las riendas en el mundo de las
redacciones y los periódicos, la semana pasada vestí un outfit bastante formal,
en la gama ideal del color negro y blanco (si bien no es mi combinación
predilecta admito que es muy elegante), con el objetivo de buscar empleo en alguna,
de las tantas, renombradas editoriales de Capital Federal.
Se trato de un
momento bastante eufórico, al menos en un principio, ya que al entrar a la
recepción de cada majestuosa editorial, sentía una gran emoción y alegría, tal
vez producto de una ilusoria proyección laboral. La misma fantástica ilusión que obtenemos al
ver ese tan anhelado par de zapatos o esa bellísima prenda de ropa, que nos
encanta y nos vuelve locos, en la vidriera de un local.
Sin embargo,
el panorama se volvió algo agotador debido a que, luego de caminar tres
horas seguidas por todo el microcentro porteño, mis compañeras y
sutiles botitas negras, de gamuza y taco de madera, adquiridas en Oggi, dejaron
de ser un objeto de elegancia y se
transformaron en un elemento de sufrimiento.
Foto: Luego de comprar en Desigual. |
Como si un
alfiler invisible pinchara mis perturbados “sueños de opio”, donde me veía a mismo,
sentado en un inerte escritorio de madera, mientras la monstruosa figura de un
editor me gritaba, me detuve en pleno Puerto Madero, mientras la brisa retocaba
mi peinado.
En ese momento,
mi mente inició un proceso de reversa y contradicción ¿Qué estaba buscando en
realidad al alejarme de una de mis pasiones, como la Moda, e intentar pertenecer
a un grupo que, seguramente, no representaba mis ideales de periodista? Y si
llegara a entrar ¿Podría escribir y expresarme con la plena y total libertad que
gozo al escribir esta columna fashionista?
Al finalizar
la tarde, respiré profundo, y decidí que la mejor manera de culminar un día
extenso, caluroso y agotador era encontrarme con esa persona especial que tanto
quiero y que es capaz de devolverme el aliento con tan sólo una sonrisa: "el
chico de ojos café".
Y mientras tomábamos
un delicioso y romántico frappuccino, descubrí que mi verdadero trabajo (tal
vez no remunerado de forma económica pero sí afectivamente), es decir, ese
hermoso hobbie que tanto amo, es escribir una columna de moda en un espacio
digital, donde puedo ser yo mismo y utilizar las palabras, la ropa y los
colores que yo quiero y me representan.
Según mi parecer, no existe mejor labor
que aquella que nos llena de pasión y nos completa el alma.