El paraíso de las etiquetas
Por: Emy
Miranda
S
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on pocos los hechos que pueden ocasionar
una enorme sonrisa en mi cara y un pleno estado de felicidad antes de las diez
de la mañana. Uno de ellos consiste en las sorprendentes y flamantes
promociones de Ricky Sarkany. La otra en una ocurrente y cálida salida para
conocer a la nueva pareja de una vieja amiga.
Foto: Saliendo de Falabella. |
Y como no podía
ser de otra manera, el lugar de encuentro que propuse para almorzar fue el
shopping Unicenter. ¿Acaso existe un lugar mejor para una salida afectiva?
Al llegar,
con mis zapatos de 1600 pesos y de la mano de mi elegante novio, me encontré
con mi amiga Daiana, ex novia de un conocido y a la que no veía hace largos
meses.
Resulto
ser un encuentro muy ameno. Así fue, que luego de terminar nuestro almuerzo de
Subway, recorrimos todas las vidrieras del shopping con el objetivo de encontrar
el abrigo indicado para esta fría temporada. Probablemente, el primero de
muchos.
Exhausto
de caminar sin que me agrade ningún tapado o campera, decidí detenerme para
tomar una deliciosa merienda. Estaba a punto de bajar los brazos, cuando de
repente, Dai expresa la palabra mágica que culminaría mi exhausta búsqueda:
Falabella. Y una pregunta pasó por mi cabeza: “¿Cómo no se me ocurrió antes?”.
Olvidé por completo ese enorme y resplandeciente rincón de Unicenter.
Al llegar,
unas relucientes puertas me recibieron. Quedé deslumbrado al ver la masiva reunión
de etiquetas que se realiza dentro de esas refinadas instalaciones (tales como
47 Street, Kosiuko, Sharden, Lady Stork, entre otras) a la que me sume, sin
dudarlo, para a formar parte ella.
Sin duda,
era un iluminado espacio, lleno de indumentaria, compuesto por diferentes
prendas y accesorios de hermosos diseños, y a su vez, rodeados por grandes
espejos que simulan ser probadores ambulantes. Y en medio de ese “Nirvana
fashionista” encontré lo que buscaba: una bellísima campera, de Sharden, que me
enamoró con tan sólo una sigilosa mirada.
Sin
embargo, ese día, en medio de un mar de compradictas y enfrente de una
simpática cajera, mi primera tarjeta de crédito tiró la toalla y expresó: “Llegué
a mi límite”. Una frase que me hizo reflexionar en esos largos micro-segundos…
¿Cuántas veces, nosotros, cansados del trajín de una agobiante situación
laboral o agobiados por los estudios y la rutina, estuvimos a punto de
pronunciar dichas palabras?
A veces, a
pesar de que somos seres humanos, podemos llegar a desgastarnos del mismo modo
que lo hacen las tarjetas de crédito. Y en esas horribles situaciones recurro a
una medicina que nunca falla: novio y amigas. ¡Un cóctel de risas y amor que lo
cura todo!
En ese
momento, volví a mi realidad y comprendí que, tal vez, el destino enviaba una señal
para que le dé un poco más de protagonismo a las dos flamantes “amigas” de mi
abatido plástico de banda magnética, que aún no tenían uso.
De esa
forma, luego de pasar un momento muy desesperante y caótico, salí victorioso
con una gran bolsa verde.
Finalicé
el día de la mejor manera, rodeado de amigos, mi chico especial y un hermoso
abrigo de piel sintética, que se convertirá en una prenda fundamental e
indispensable en mis outfit invernales.