¿Y si todo fuera un
cuento de Hadas?
Por: Emy Miranda
Q
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Foto: Luciendo "botitas de cristal", Sarkany. |
ué tal si despertaras una típica
y fría mañana de otoño, te asomaras al balcón de tu habitación, y vieras un
hermoso paisaje medieval, donde las hadas, duendes y bellos caballeros conviven
entre sí. Ahora bien (redoblo la apuesta): ¿Qué pasaría si abrieras las
espejadas puertas de tu flamante vestidor y observaras un centenar de
vestuarios coloridos, accesorios, cinturones, y unos mágicos zapatos de
cristal? ¿Y qué mejor (triplico la apuesta) si el “príncipe de ojos azules” te
sirviera el desayuno en su lujoso castillo? Probablemente, toda mujer o persona
cuyo lado femenino se encuentre desarrollado, se quedaría en ese fantástico
mundo sin titubear.
De chicos, es
muy corriente que nuestros padres nos enseñen moralejas a través de narraciones
fantásticas que alimentan nuestro espíritu y nos inspiran a definir nuestra
personalidad y psique.
No obstante,
cuando creces y vivís en una ciudad tan compleja e iracunda como Buenos Aires, difícilmente
podes mantener la esperanza que, esa gran atmósfera de felicidad y magia
tradicional de los cuentos de hadas, se haga realidad. Es común que algunos transeúntes
de la ciudad viajen en los subtes porteños enojados e irritados. ¿Serán simples
“pitufos gruñones” o cíclopes disfrazados?
Foto: En busca de neuvos outfits. |
Es muy probable
que a pocos les sorprenda, pero la historia que marcó mi infancia de forma rotunda
fue: “La Cenicienta”. Una jovencita rubia que transformó su pena, en amabilidad
y coraje, para enfrentar su dolor. Y como recompensa obtuvo unas zapatillas de
cristal y un hombre que la amo de por vida. ¿Cuántos de nosotros enfrentamos diariamente
a hermanastras malvadas y madrastras irritantes, representadas en un jefe, un
mal compañero de trabajo, un retrogrado neonazi?
De pronto,
mientras volvía de mi primer día de facultad, analice la situación. ¿Qué ser
maquiavélico nos hizo creer que los cuentos de hadas son simples relatos inverosímiles?
Si contemplamos los hechos empíricos allí están. ¡Al alcance de todos!
Foto: Junto al zapato de La Cenicienta. |
Tal vez, ninguna persona tenga o necesite un
castillo de ensueño, pero si un casa donde regresar luego de un difícil día. Es
decir, yo no tengo un departamento de mi propiedad (por el momento) pero si poseo
un cálido hogar que siempre me espera. Quizá, no requiera de unos mágicos
zapatos de cristal ya que me alcanza y me sobra con mis zapatos de Ricky
Sarkany. Y si bien no atesoro un príncipe encantador, tengo algo mucho mejor: “mi
chico de ojos café”. Un joven que no es
perfecto pero tiene todo lo que necesito para ser feliz.