El valor de un zapato
Por: Emy Miranda
C
|
uando me junto con mis dos
mejores mis amigas, ambas inteligentes, bellas y valientes, resulta inevitable
tocar dos temas de gran importancia para nuestras vidas cotidianas: moda y
chicos. La primera instancia consiste en lucir esas flamantes prendas y
accesorios que adquirimos en las compras de la última semana y generar esa
envidia sana que da lugar a la clásica pregunta: “¿Donde lo compraste?”.
Foto: Luciendo zapatos Sarkany: Odessa. |
Ahora bien, el
segundo punto clave, y no menos importante, es el amor entorno a nuestras
relaciones. Debido a un centenar de
citas fallidas, mis viejas compañeras de cocteles aún siguen solteras. Y si
bien no tienen apuro, las dos coincidieron que intentaron formar un vínculo
especial con jóvenes que no tenían las mismas intenciones.
Entonces, un
porteño que cuenta con varias espinas en su corazón se pregunta: ¿Existe un
modo para saber qué persona es la indicada para cada uno de nosotros?
Si bien
encontré a “mi chico de ojos café” (¿o, acaso, él me encontró a mí?) hace casi
tres años, debo confesar que atravesé insípidos fracasos amorosos. En este
sentido, establecer una relación sentimental, evidentemente, es mucho más
complicado que elegir un par de zapatos en Ricky Sarkany. Mientras que en la afamada
tienda de botas tenemos una “guía espiritual” de calzados, mejor conocida como
vendedora, en la vida real nos enfrentamos a un mar de gente, compuesto por
chicos y chicas, que poseen diversas intencionalidades para con nosotros/as. Sin
ayuda alguna y completamente solos…
Luego de
recolectar datos de mis súper amigas, en una tarde de shopping, extraje ciertas
hipótesis con las que varias/os se identificarán. Por ejemplo, en las citas algunos
buscan forzosamente “el amor para toda la vida”. El clásico joven, lindo,
atento y detallista, con la vida resuelta e idealizada y un futuro tan
programado que asusta. Situación que me hace reflexionar: ¿Cuándo nos
convertimos en robots? Y como si fuera poco, en una semana te dice “te amo” y
te presenta con sus padres.
También
podemos encontramos con “el chico rebelde” -alias mi “ex”-. En principio te
cautiva, como lo hace cualquier tapado de Complot desde su vidriera, con rasgos
espectaculares, llamativos y fervientes, que te brindan una sensación de
seguridad y confianza. No obstante, al igual que un zapato de plataforma, si no
podes manejarlos te recomiendo no probártelos; es probable que te tropieces varias
veces con él. Y en cuestión de semanas -o meses- notarás que ese muchacho de
coraza robusta, no puede enfrentar ni sus propios miedos. ¡Es mejor alejarse y valerse
por sí mismos!
Y así, la
lista es interminable y podría escribir varias líneas más sobre algunos
estereotipos. No obstante, me interesa destacar que, en relación al amor y a
nuestra vida cotidiana, lo único que recomiendo, y sé que da excelentes resultados,
es cerrar los ojos y guiarse por lo que dicta el corazón. A veces, no se trata sólo
de pensar sino sentir.
Para sorpresa
de varios lectores, confieso que aún no sé si el “chico de ojos café´” es el
indicado para mí pero de algo estoy seguro: que vamos a ser felices por largo
tiempo. Y lo sé porque todavía me quedan muchos pares Sarkanys para estrenar a
su lado, mientras caminamos juntos a la par.