lunes, 26 de mayo de 2014

Amor y Moda: siempre juntos

El valor de un zapato

Por: Emy Miranda

C
uando me junto con mis dos mejores mis amigas, ambas inteligentes, bellas y valientes, resulta inevitable tocar dos temas de gran importancia para nuestras vidas cotidianas: moda y chicos. La primera instancia consiste en lucir esas flamantes prendas y accesorios que adquirimos en las compras de la última semana y generar esa envidia sana que da lugar a la clásica pregunta: “¿Donde lo compraste?”.

Foto: Luciendo zapatos Sarkany: Odessa.
Ahora bien, el segundo punto clave, y no menos importante, es el amor entorno a nuestras relaciones.  Debido a un centenar de citas fallidas, mis viejas compañeras de cocteles aún siguen solteras. Y si bien no tienen apuro, las dos coincidieron que intentaron formar un vínculo especial con jóvenes que no tenían las mismas intenciones.

Entonces, un porteño que cuenta con varias espinas en su corazón se pregunta: ¿Existe un modo para saber qué persona es la indicada para cada uno de nosotros?

Si bien encontré a “mi chico de ojos café” (¿o, acaso, él me encontró a mí?) hace casi tres años, debo confesar que atravesé insípidos fracasos amorosos. En este sentido, establecer una relación sentimental, evidentemente, es mucho más complicado que elegir un par de zapatos en Ricky Sarkany. Mientras que en la afamada tienda de botas tenemos una “guía espiritual” de calzados, mejor conocida como vendedora, en la vida real nos enfrentamos a un mar de gente, compuesto por chicos y chicas, que poseen diversas intencionalidades para con nosotros/as. Sin ayuda alguna y completamente solos…

Luego de recolectar datos de mis súper amigas, en una tarde de shopping, extraje ciertas hipótesis con las que varias/os se identificarán. Por ejemplo, en las citas algunos buscan forzosamente “el amor para toda la vida”. El clásico joven, lindo, atento y detallista, con la vida resuelta e idealizada y un futuro tan programado que asusta. Situación que me hace reflexionar: ¿Cuándo nos convertimos en robots? Y como si fuera poco, en una semana te dice “te amo” y te presenta con sus padres.

También podemos encontramos con “el chico rebelde” -alias mi “ex”-. En principio te cautiva, como lo hace cualquier tapado de Complot desde su vidriera, con rasgos espectaculares, llamativos y fervientes, que te brindan una sensación de seguridad y confianza. No obstante, al igual que un zapato de plataforma, si no podes manejarlos te recomiendo no probártelos; es probable que te tropieces varias veces con él. Y en cuestión de semanas -o meses- notarás que ese muchacho de coraza robusta, no puede enfrentar ni sus propios miedos. ¡Es mejor alejarse y valerse por sí mismos!

Y así, la lista es interminable y podría escribir varias líneas más sobre algunos estereotipos. No obstante, me interesa destacar que, en relación al amor y a nuestra vida cotidiana, lo único que recomiendo, y sé que da excelentes resultados, es cerrar los ojos y guiarse por lo que dicta el corazón. A veces, no se trata sólo de pensar sino sentir.


Para sorpresa de varios lectores, confieso que aún no sé si el “chico de ojos café´” es el indicado para mí pero de algo estoy seguro: que vamos a ser felices por largo tiempo. Y lo sé porque todavía me quedan muchos pares Sarkanys para estrenar a su lado, mientras caminamos juntos a la par. 

sábado, 17 de mayo de 2014

Otoño de tapados

Un Complot a favor del Rock

Por: Emy Miranda

E
n una mañana fría, gris y nostálgica de otoño, en la ciudad de Buenos Aires, tomé mi taza de café y al mirar por la ventana divisé a un grupo de jóvenes que se divertían con sus skates y reboleaban, a modo de bandera, la campera de su uniforme escolar. De forma inmediata, me sentí identificado con ese acto de obstinación.

Foto: Contento con mi bolsa de Complot.
Son esas marcas de rebeldía las que formaron mi personalidad y me inspiraron a seguir evolucionando, por fuera y por dentro. De esta manera, puede encontrar mi inspiración, es decir, el camino hacia la moda y definir mi estilo, algo andrógino y ecléctico, al fusionar distintos accesorios, zapatos y prendas de ropas de diferentes etiquetas y diseñadores -algunos reconocidos, otros no tanto-.

Y es que en la adolescencia comenzamos a definir nuestra personalidad mediante las vivencias cotidianas. Los primeros amores, las nuevas experiencias, la libertad de hacer lo que deseamos sin responsabilidad alguna. Esa época donde lo único que nos importa es nuestro romance de secundaria y acudir a divertidas fiestas. Actuando sin remordimiento alguno.

No obstante, en algún momento de nuestras vidas y en  un abrir y cerrar de ojos, nos miramos al espejo y observamos a una persona adulta, con cuatro tarjetas de crédito, un empleo de medio tiempo y muchas responsabilidades que, en varias ocasiones, nos superan y dejan sin aliento. En ese momento es normal preguntarse: “¿Cuándo dejamos de ser ese risueño adolescente y nos convertimos en un adulto responsable?”, “¿Acaso no era más fácil cuando nuestro mundo giraba en torno a un inocente amor de secundaria y salidas de compras con amigas?”

Conmovido al mirar viejas fotos digitales, donde me espanté por las pésimas elecciones de indumentaria y cortes de cabello,  decidí que era tiempo de revivir esas épocas en mi actual realidad.
En ese instante, tomé mi celular y marqué el número de mi flamante amor: mi incondicional “chico de ojos café”.  Acordamos una cita y fuimos de compras, luego de almorzar, a una de las tiendas más joviales y rockeras: Complot. Repleta de hermosas prendas con diseños de ensueño, con estilo y una impronta que la distingue entre tantas, esta etiqueta, sin temor a equivocarme, es una de mis favoritas.

Posee accesorios, jeans, sweaters, tapados, y hasta borcegos que te enamoran y seducen desde la vidriera, incitándote a probarte todo lo que existe en la tienda y, consecuentemente, volver locas a las pacientes vendedoras.

En un abrir  cerrar de ojos, tenía 17 años nuevamente. Rodeado de un amor incondicional y de una de mis tiendas predilectas.

Luego de revisar incontables perchas y una infinidad de prendas, encontré un hermoso abrigo con el que me identifiqué de inmediato: el “tapado nevada”. Compuesto por una delicada piel sintética color beige y un delicioso aroma que me cautivó de inmediato… ¡y con un 15% de descuento!


Me despedí de la adorable tienda, con una enorme bolsa que trasportaba a mi reluciente abrigo peludo y con una idea fija en la mente: tal vez, ser adolescente no se relaciona con cierta edad, quizá todo sea una cuestión de actitud, un impulso interno para nunca apagar esa llama interior a la que llamo: espíritu rebelde. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Una noche porteña

El mágico Club Namunkura

Por: Emy Miranda

U
na de las mejores razones para vivir en Buenos Aires es que poseemos todo tipo de ventajas y accesibilidad para disfrutar una espléndida noche de feriado.  Es muy común encontrar espectáculos callejeros en las peatonales, a tan solo un taxi de distancia, cines abiertos hasta medianoche, bares y boliches para todos los gustos y orientaciones.  No obstante, lo más destacable de esta extravagante y mágica metrópoli, es ir a cenar con tu pareja especial para engrosar el romántico hilo rojo que une sus dedos meñiques.
Foto: Luciendo el nuevo chaleco emplumado.


Por dicho motivo, en plena víspera de feriado, invité a cenar a mi “chico de ojos café” a un colorido restaurante, ubicado entre las calles 9 de Julio y Corrientes, es decir, en el corazón de capital Federal. A mi parecer, no existe un gesto más cálido que agasajar a la persona que amas con una inigualable cena.

Ahora bien, la vida noctámbula de los porteños es exquisita y está llena de opciones al momento de salir a gozar la noche. Afortunadamente, un admirador de mi columna, y nuevo amigo a partir de entonces, llamado Sebas, me invitó a su “Club Namunkura”. Una espectacular fiesta, perteneciente al ambiente gay, que se realiza hace varios años.

Luego de finalizar nuestra cena, tomé mi cartera azul de Tropea y la mano de mi novio, con firmeza, para dirigimos a esa prometedora  festividad.

Resulta increíble lo que las “callecitas” de Buenos Aires pueden lograr en un breve recorrido de tan sólo diez minutos. Si bien observar el cielo estrellado, en el centro de la ciudad, parece una utopía, las enormes torres espejadas  nos brindaron un espléndido espectáculo compuesto por un juego de luces que iluminaron nuestras caras y outfits como si estuviéramos en una glamorosa pasarela de New York.

Foto: Posando en Av. 9 de Julio.
Al llegar, me encontré con unas oscuras puertas que me llevaron al sótano más divertido de la capital, donde descubrí a un grupo alegre y muy heterogéneo de personas. Todos bailaban al ritmo de la música, sin problemas, sin prejuicios, sin importar “el qué dirán”. Lo importante era la diversión sana y el coqueteo típico los bares.

 Además, la moda siempre estuvo presente a lo largo de la noche. Camperas de cuero, sacos de animal print, botas de gamuza, zapatos Ricky Sarkany de altas plataformas, pelucas extravagantes y peinados imposibles. Parecía que los presentes, no sólo iban a bailar, sino a lucir lo mejor que tenían en su armario.

Debo confesar, que no me quede atrás. La fiesta del Club NamunKura, ubicado en la Avenida de Mayo al 500, fue el escenario especial donde estrené mi glamoroso chaleco emplumado. El mismo, dio excelentes resultados ya que varias personas halagaron mi indumentaria.

Todo fue perfecto: gente heterosexual, gays y transexuales, vistiendo a la moda y con mucha tendencia. Un grupo unido por el amor a la diversión y la igualdad entre pares.


Y en definitiva, así son las noches de este mítico núcleo urbano, al cual llamamos Buenos Aires: inigualable, divertido y amistoso; donde toda persona, sin importar su condición y preferencias, puede sentirse único y muy a gusto.