sábado, 31 de enero de 2015

Dos tarjetas mágicas

Momentos de felicidad

Por: Emy Miranda

E
Foto: Utilizando las mágicas extensiones. 
n una relación existen ciertas situaciones, producto del largo desarrollo del amor entre dos personas, que nos conmueven y llenan de felicidad. Si bien cada pareja es un “mundo”, es decir, que cada persona puede tener reglas diferentes cuando se trata del campo afectivo, lo cierto es que siempre se destacan esos dulces sucesos que nos marcan a lo largo de la vida.

El primer momento de felicidad en mi relación con el “chico de ojos café” fue sin duda cuando pronunció las palabras mágicas, frente a mis nuevos zapatos rosas, que pueden derretir a cualquier persona: “te amo”. Dos palabras con una gran carga sentimental. Mejor aún, si esa frase es correspondida recíprocamente con un apasionado beso hollywoodense.

La segunda situación en la que me sentí demasiado feliz fue cuando cenamos en un romántico restaurante, ubicado a metros de mi esquina favorita, Cabildo y Juramento. Allí, mientras él disfrutaba de un delicioso lomo y yo una ensalada, nos tomamos las manos y capturamos un cálido recuerdo.  

No obstante, considero que la señal más elocuente que indica la correcta evolución de una relación amorosa es cuando tu galán te hace un obsequio tan especial como sorprendente: dos extensiones de sus tarjetas de crédito. Este asombroso suceso no sólo representaba el reconocimiento de mi amor por la Moda, y por ende mi habilidad para adquirir indumentaria con admirables descuentos, sino que también demostraba su enorme confianza hacia mi persona.

Ahora bien, mi hombre… ¿Tenía en cuenta lo que las compras excesivas pueden llegar a ocasionar en mí? ¿Sabía que, sólo en algunas ocasiones cuando una reluciente prenda se encuentra en una vidriera, corro a adquirirla sin duda alguna? ¿O esta misericordiosa oferta se trataba de una prueba de amor, en cuyo caso, yo era el animal observado bajo una rigurosa mirada?

Mientras intentaba descifrar el acertijo comprendí que sus acciones hablan por sí mismo. ¿Por qué debía dudar del chico que, en estos tres años de relación, había sostenido mi mano y controlado mi neurosis típica de periodista?


No tenía que reflexionar más nada. ¿Por qué convertiría en ogro a mi honesto príncipe? Así fue que, en gratitud por su enorme y cálido gesto, lo invite al cine, con el objetivo de revivir nuestra primera cita, en la cual vimos el estreno de “Eclipse” de la saga Crepúsculo. Tal vez, sea algo cliché pero desde ese momento hasta la actualidad seguimos enamorados como la primera vez que cruzamos miradas.  

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