San Valentín y el
anhelo de una boda
Por: Emy Miranda
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| Foto: De compras en Unicenter. |
a semana previa al día de San
Valentín es una de mis favoritas. La ciudad se cubre de una atmósfera cálida y
rozagante, donde las personas se animan a apostar una vez más por el amor; o también
a reafirmar su afectiva elección mediante un gesto romántico.
Si bien
existen una infinidad de maneras para celebrar el día de los enamorados, tantas
como accesorios para vestir en una cita, mi favorita consiste en una cena
romántica en un restaurante pintoresco. ¿Acaso hay algo mejor que estrenar unos relucientes zapatos en una cena
con tu chico ideal mientras te sirven un sabroso platillo?
Y como siempre
hago especial hincapié a lo largo de mis columnas, sabrán que un evento tan
importante requiere de una maniobra fashionista de la misma magnitud. Por dicho
motivo, la semana pasada, mientras terminaba de ordenar la indumentaria de mi
armario y al descubrir que no tenía nada que me convenciera, decidí que e
ra
momento de renovar el guardarropa.
Para mi fortuna, las vidrieras
iniciaban el adelanto de la temporada otoño-invierno 2015, lo que me asegura
flamantes modelos, y mis tarjetas de crédito se encontraban con un límite
alentador. Así, tome mi pequeña cartera fucsia de Blaquè,
mis anteojos de sol y la voluntad necesaria para enfrentar el mundo.
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| Foto:Finalizando las compras. |
Lo cierto, es
que mientras caminaba por mi avenida favorita, divisé el cartel publicitario
que definiría mi destino: Falabella anticipaba las novedades del invierno. Al
llegar a sus instalaciones, ubicadas en el shopping Unicenter, me vi
sorprendido por un sinfín de hermosos diseños y texturas coloridas. ¡Quería
llevarme todo… y más! (Este sería un momento, que los psicólogos denominarían
“crisis”. Yo, lo denomino “justificar un arduo mes de trabajo”).
En menos de
media hora se podía divisar, a metros de distancia, una cabellera rubia perdida
en medio de un mar de prendas y relucientes accesorios. Encontré todo lo que
necesitaba para mi cita de San Valentín y sorprender a mi “chico de ojos café”:
un chaleco de piel, camisas delicadas y jeans ajustados.
En mis manos
tenía todo lo necesario para triunfar en mi cita… ¡excepto la reservación del
restaurante! Mi “chico de ojos café” me explico que deseaba romper con los
clichés típicos de la jornada: él prepararía un delicioso banquete en mi
arcaica cocina y yo, me deleitaría.
Y logró su
objetivo. Mientras cenábamos en el living de mi hogar y nos mirábamos a los
ojos, observé en el reflejo de sus pupilas nuestra futura y posible boda. Luciendo
indumentaria de diseñador, con una larga cola blanca y altos zapatos; mientras
él reflejaba la perfección de su ser, con su blanca sonrisa.


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